sábado, 4 de agosto de 2007



AYAHUASCA: SENTIR A DIOS EN LA PUNTA DE LOS DEDOS

Por Guido J. Paul

Los psiconautas que utilizan esta sustancia alucinógena buscan sumergirse en un universo abismal y vertiginoso, atrapante y emocionante. Casi siempre lo logran y, encima, es "en colores". Para ellos está claro: "la planta está viva" y les ofrece un espejo donde mirarse. Eso obtienen usando este psicotrópico tan difundido en un submundo donde unas veces prevalece el deseo de probar algo diferente, otras lograr salud a partir de provocar una experiencia mística y otras "trascender" (cualquier cosa sea lo que esto signifique) explorando el propio ser. Pero antes de sumirse en estas y otras reflexiones (ver notas relacionadas) , conviene enterarse de qué está hecha la luz que ilumina el puente que promete rozar la divinidad con la punta de los dedos.
Ayahuasca es un preparado vegetal que sus apólogos definen como "planta psicointegradora". Algunos autores, como el difunto psicochamán Terence McKenna, la llaman "planta maestra" porque, entre otras cosas, aseguran que habría formado parte de la dieta de los primeros homínidos, disparando la consciencia y el lenguaje humanos y dando lugar a la metáfora que según la cual de ella se hablaba cuando se hablaba de "El Árbol del Conocimiento". En la actualidad, estas plantas siguen rodeadas por un aura de "fruto prohibido". Por un lado, las legislaciones -acostumbradas a ignorar tradiciones y hábitos culturales de las minorías- las consideran drogas alucinógenas. Sin embargo, existe un consenso de que no son sustancias que propicien la adicción y cuyo consumo se encontraría más relacionado con la búsqueda de la salud o de "la verdad" (así o con mayúsculas) que con la evasión o el entretenimiento. El ayahuasca ya no es considerada una "droga alucinógena" sino un psicotrópico: su ingesta se propone como un viaje interior, un puente al autoconocimiento y el despertar de la conciencia. Estos apuntes están centrados en experiencias como las del antropólogo Luis Eduardo Luna, quien -a diferencia de quienes la adoran- utiliza a la planta como herramienta de curación.


QUÉ ENSEÑA LA PLANTA

Durante miles de años, los pueblos indígenas usaron pócimas elaboradas a base de preparados vegetales a fin de tender un puente mágico con realidades difíciles -sino imposibles- de abordar utilizando técnicas convencionales. Así, las llamadas "plantas maestras" fueron empleadas por curanderos y chamanes para comunicarse con los espíritus de la naturaleza y recibir sus consejos para tomar decisiones, sea como sistema de adivinación o medio de curación. En todo caso, fueron vehículos capaces de conducir a realidades alternativas pobladas por criaturas -luminosas, oscuras, poderosas o incorpóreas- que revelarían la existencia de mundos prohibidos o inaccesibles para el común de los mortales.
Las más antiguas religiones incluyeron en sus rituales una forma de "ebriedad sagrada". En el propio rito de la Iglesia Católica -que hoy parece despojado de misticismo- sobrevive el consumo simbólico de un embriagante, el vino. En la antiguedad, como documentan sus textos sagrados, los cristianos primitivos bebían licores mucho más fuertes que el vino que se usa en el centro de su máxima expresión litúrgica, la Misa.
La misma necesidad surgió en las expresiones de religiosidad de los pueblos indígenas americanos: el Cactus del Peyote, el San Pedro y el Tabaco Silvestre también fueron consideradas "plantas sagradas" o "plantas de poder". Probablemente, la más antigua e importante de todas es el ayahuasca.
En otros tiempos se las denominaba "alucinógenos". Pero el uso milenario de estas sustancias, ligado a los orígenes de su sentido primordial, que es el de posibilitar un contacto directo con la divinidad, llevó a reformular su denominación. Por eso ahora los estudiosos abogan por llamar a estos psicoactivos "enteógenos", término que significa "vivir a Dios dentro nuestro", conjugando así el carácter sagrado y visionario de la misma búsqueda.
Su uso ritual es historia antigua. El cactus peyote o híkuri, por ejemplo, fue consumido por huicholes, chichimecas y otras étnias nativas del norte de México. Más tarde, fue adoptada por los apaches mescaleros del sudeste de los Estados Unidos, los comanches kiowa y las tribus de las praderas, hasta difundirse al oeste del Canadá.



Anillo de plata 950 con mosaico jaspe y cuarzo. Diseño que habla de la Ayahuasca y de los indios

Shipibos.










Anillo de plata 950 con Turqueza y Lapislazuli.

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